Autor: Ariadna Gómez Amor
Finalizando el 2021, y con ello, octubre acababa, algo de lo que fue que este año si habría un evento tradicional de Día de Muertos. Lo que lo hace diferente es que un año atrás debido a la pandemia el evento tenía un poco más de control en cuanto a la cantidad de personas que estarían tanto en el desfile, como en la presentación de catrinas.
Es así, como la aventura del inicio de fin de semana, alrededor de las 6:20 pm de casa, a pesar de que el centro está un tanto lejano, una larga caminata que sabía que llevaría tiempo y con audífonos listos, avance hacía mi destino. Las emociones que percibía eran un tanto entusiasmo ya que esta tradición es una de mis favoritas, pasados como 40 minutos había llegado.
Lo primero que podía detectarse es que había mucha más gente de la que esperaba, la cantidad de personas que estaban en el centro de la ciudad de Xalapa se sentía la vibra de vísperas de todos santos, pero, de verdad, en el momento que arribe, no sabía dónde acomodarse, y cuando hubo un lugar disponible en un lugar que tuviera buena vista, sentí un fuerte empujón, que no me permitía quedarme parada.
Quien venía intentando llegar a tiempo era una chica que iba maquillada de catrina, supongo que era participante del desfile, llevaba un vestido y unas medias negros junto con unos botines altos que la hacían parecer de un metro setenta y cinco centímetros más o menos, ¡por favor, dame permiso, estoy por llegar tarde!, es así como la única opción era moverse y avanzar hasta la altura del restaurante Vips.
Delante había un grupo de niños, las carcajadas eran el sonido que los rodeaba, ese tono enternecedor que te contagia. Por otro lado una familia completa que cargaba a sus pequeños en los hombros y al mismo tiempo los padres sostenían sus celulares, probablemente estaban listos para grabar.
Cuando a lo lejos se lograba escuchar unos tamborazos, los gritos y revoloteos comenzaban, alguna banda de música de una escuela eran los primeros en pasar, vestidos de un azul eléctrico y blanco mientras que en la mitad del rostro estaba un diseño de calavera sonriente.
Las trompetas, tambores, las chicas de vanguardia dieron paso al “Piojito” en donde arriba se encontraba a mi parecer el personaje de “Ernesto de la Cruz” de la película Coco, posteriormente un grupo de jóvenes de unos 15 a 18 años, seguramente de una escuela, iban con un uniforme de fútbol americano e hicieron una pequeña presentación del popular ejercicio de “tijeras” en donde saltas y abres brazos y piernas.
Un rato después, comenzaron a pasar varias chicas con el traje típico jarocho pero la característica era que contaban con unas coronas hechas por flor de cempasúchil. Unos minutos después los varones, de igual manera portando el traje típico pero tocando tambores y platillos venían maquillados de calavera.
La oscuridad de la noche por el cambio de horario estaba llegando, de pronto, con la banda de Huayacocotla entraron bailando muchos hombres quienes usaban unas máscaras y un tipo de huipil el cual resaltan mucho más el color naranja y amarillo, ya que la luz que brindaba iluminación era la del Palacio con el morado como alumbrado protagonista.
Aproximadamente eran las ocho de la noche y comenzaba una brisa molesta, que me hacía sospechar que se cancelaría el desfile o provocará un retraso, cuando ya faltaba como una hora para que terminara el evento.
Hubo un lapso en el que retirarse era lo mejor, porque la lluvia no cedía, la gente se desesperaba gracias a que el no poder moverse libremente es incómodo y frustrante, además el uso del cubrebocas impide la respiración fresca.
Es entonces cuando la neblina y brisa aumentaban, caminar por toda la calle de Enríquez era la mejor opción, esquivando familias, vendedores ambulantes, pequeños corriendo y otros haciendo berrinches, mientras observaba los bonitos colores del cempasúchil de los altares del Parque Juárez.
Otro año más, sí un tanto diferente, pero con olores de normalidad, porque gracias a estas pequeñas presentaciones artísticas nos hacen sentir como hace dos años atrás.
La cercanía humana, el olor de los altares, las flores, el papel picado, la música, esa bonita tradición de Día de Muertos, me hace recordar mi niñez, y ese amor tan fuerte que tengo por las tradiciones mexicanas, que provocan estar orgulloso del país en el que vivimos.
Tantos colores, como los hay en estas y el hecho de recordar a nuestros seres queridos de una manera bonita con el pensamiento de que viven en nuestros recuerdos es como van a vivir con nosotros para siempre, es algo que al menos yo he aplicado porque el hecho de perder a un ser querido, es algo muy doloroso y duro, entonces que te preste un poco de consuelo creer eso lo hace aún más bonito.
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